Upstream Color es un logro cinematográfico


















Existe el cine convencional, cuyo propósito principal es recuperar lo invertido por medio de ventas de taquilla u otros artículos derivados, y existe el cine experimental o como a muchos le gusta llamar: el cine de arte. El primero está destinado, además de al puro entretenimiento, al consumo del mismo. El último, en su mayor parte, se preocupa más por eso que quiere contar y usualmente fragmenta los recursos narrativos convencionales y crea uno apropiado a la historia que desea contar. Esto lo convierte en un cine poco atractivo para las masas que sólo buscan pasar un buen rato en el cine y evitan las películas que invite a la reflexión. 

Shane Carruth, sin duda alguna, pertenece al grupo de cineastas que trabajan sus películas con la minuciosidad necesaria para contar eficazmente la historia que con tanto empeño han desarrollado. El joven cineasta escribe, dirige, protagoniza, edita y como si fuera poco, también compone la música de sus películas. Con solamente dos películas a su nombre desde su debut en el 2004, es evidente la dedicación de este prometedor cineasta, quien logró alzarse con el principal galardón que se otorga en el Festival de Cine de Sundance con “Primer”, una de las películas más desafiantes de la pasada década. 
Con su segunda película, Upstream Color, el aclamado cineasta desafía una vez más a su público, con una película tan compleja y cautivadora como su "ópera prima". Carruth y Amy Seimetz protagonizan el filme que, en un intento de resumirlo, cuenta la historia de Kris y Jeff, un hombre y una mujer cuya atracción podría estar ligada a la vida de un extraño organismo. A través de la historia, Carruth juega con la identidad de los personajes y las consecuencias de un suceso traumático, pero lo hace en una naturaleza abstracta que la aleja de toda apariencia realista. 

Las vidas de Kris y Jeff se entrelazan después de pasar por experiencias traumáticas similares y por razones tan abstractas que no se pueden explicar con facilidad. “I’m gonna go wherever you go”, es una de las líneas, enunciada por Jeff, que mejor describe la relación entre estos dos personajes. Existe una atracción pero no es del todo clara. Kris y Jeff están juntos por razones que ellos no entienden; nosotros tampoco. Existe algo mucho más fuerte que el amor trabajando aquí, y cuando se revela o se logra entender de qué se trata, es cuando triunfan Shane Carruth y su historia.
















Upstream Color no es difícil, pero no es para todos. Es una de esas películas que al verla por primera vez sabes que has sido testigo de algo espectacular, aunque no logres unir todas las piezas. Algunos la apreciarán por sus altos niveles de ambición, mientras que otros se darán por vencido ante su complejidad. Al igual que su antecesora, la película requiere de más de una ojeada antes de intentar explicarla, aunque se puede proponer que otorgarle cierto significado a lo que se contempla no sea lo primordial en un filme como este. Aquí lo que importa es experimentar la cinta como el director quiere que lo hagas. Esto no será tan difícil de conseguir pues Upstream Color te hipnotiza y no te suelta hasta el final. Aún cuando confrontes problemas para seguir la trama, será imposible dirigir tus sentidos hacia otra cosa que no sean los hermosos visuales y el fascinante sonido. La clave aquí es rendirte ante ambos y no intentar descifrarla de una primera mirada. 

Ambos aspectos técnicos, visual y auditivo, son parte esencial de la narrativa, y tan protagonistas como los dos personajes principales. La cinematografía, al igual que la música y otros sonidos, hipnotizan al punto que resulta imposible alejar la vista. Carruth compone la música mientras escribe, lo que explica la perfección con la que encaja cada pieza de la acechadora banda sonora. Es imposible ignorar la música, pero que no se malinterprete esta declaración. No estoy hablando del tipo de música que se siente fuera de sitio y te saca de la película. Las composiciones de Carruth funcionan de esta manera ya que no solo complementan la escena, sino que alimentan la narrativa. 

Tanto Carruth como Amy Seimetz hacen un trabajo de actuación nada menos que espectacular, tomando en cuenta que son personajes sumamente problemáticos. En momentos en que el guión le otorga características animales a ambos protagonistas, es cuando mejor se desempeñan estos dos actores, quienes en ningún momento abandonan la credibilidad, aún cuando el guión explora temas como la pérdida de la identidad y el intercambio de recuerdos. 

Lo que logra Carruth con Upstream Color es algo verdaderamente especial que invade tu mente y se rehúsa a marcharse. Es una experiencia audiovisual como ninguna que hayas presenciado este año y una que será muy dofícil de superar. Upstream Color es, en todos los aspectos, un logro cinematográfico.

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